La pandemia ha devastado el mundo del trabajo, causando un inmenso sufrimiento humano y dejando en evidencia la extrema vulnerabilidad de muchos millones de personas y de empresas. Según las últimas estimaciones de la OIT, el número exorbitante de lugares de trabajo que han cerrado en todo el mundo en respuesta a la COVID-19 ha reducido en un 10,7 por ciento el total de horas trabajadas en el segundo trimestre de este año. Esto ha provocado la pérdida de 305 millones de empleos — si se toma como base una semana laboral de 48 horas. Inicialmente, la región más afectada fue la de Asia y el Pacífico, pero actualmente es la de las Américas, seguida por la región de Europa y Asia Central, dado que el epicentro de la pandemia se ha ido desplazando hacia el Oeste.
En términos médicos, el virus no discrimina. En cambio, en el mundo del trabajo ha golpeado duramente y de la manera más cruel a las personas más desfavorecidas y vulnerables, y ha revelado las consecuencias devastadoras de las desigualdades. En la economía informal, seis de cada diez trabajadores viven del día a día. De estos 2 000 millones de trabajadores, 1 600 millones ven amenazados sus medios de subsistencia de manera inminente, dado que el ingreso medio en la economía informal se contrajo un 60 por ciento en el primer mes de la pandemia. Esto ha provocado un aumento dramático de la pobreza.
En el mundo del trabajo, la pandemia no ha afectado de la misma manera a las mujeres y a los hombres. Las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores más afectados, como el sector de los servicios, y en las ocupaciones que están en primera línea de la lucha contra la pandemia, principalmente en el sector de la salud y de los cuidados a la persona, donde representan el 70 por ciento del personal. Las mujeres también tienen menos acceso a la protección social y asumen de manera desproporcionada la responsabilidad de la prestación de los cuidados, lo cual se ha exacerbado con el cierre de las escuelas o de las instalaciones de cuidado. Además, las mujeres que trabajan en la economía informal se encuentran a menudo en las situaciones más vulnerables, como es el caso de las trabajadoras domésticas, que con demasiada frecuencia se han encontrado en circunstancias de extrema dificultad
Las previsiones con respecto a la economía mundial están sujetas a las grandes incertidumbres inherentes a la evolución de la pandemia y a las opciones sobre las políticas que aún deben determinarse.
Con respecto al crecimiento económico en 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó en abril sus previsiones anteriores a la pandemia de COVID-19 del +3,3 por ciento al -3 por ciento, con posteriores advertencias de que la situación seguía deteriorándose. Las recientes previsiones del Banco Mundial y de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) indican una contracción de entre el 5 y el 8 por ciento, lo que supone la mayor recesión mundial desde la Segunda Guerra Mundial.
La respuesta integral en materia de políticas propuesta en el informe del Secretario General se basa en la complementariedad de sus dimensiones sanitaria, humanitaria y socioeconómica, que se refuerzan mutuamente, y en el entendimiento de que deben dar lugar a un proceso para reconstruir mejor en la fase de recuperación.
El costo económico y social de los esfuerzos que deben desplegarse para detener la pandemia es innegable. Esto ha generado un debate en ocasiones arduo sobre la interacción de los objetivos de política sanitaria y de política laboral. No obstante, si no actuamos con determinación ahora contra la pandemia, inexorablemente el costo socioeconómico tendrá proporciones aún mayores en el futuro. En estas circunstancias, la OIT ha defendido la adopción de respuestas a la COVID-19 basadas en los cuatro pilares que se presentan a continuación, y que muchos de sus Estados Miembros ya han implementado.
Por su parte el titular de la ONU Antonio Guterres afirmó: “es un momento en el que necesitamos desesperadamente ir hacia adelante, el COVID-19 nos puede atrasar años, incluso décadas, dejando a los países con retos fiscales masivos y crecientes”, adviertiendo que esta crisis aleja aún más al mundo de los objetivos de la Agenda 2030 de desarrollo sostenible.
No obstante el actual escenario, aseveró que se puede cambiar el rumbo y tomar la dirección adecuada si se invierte en salud, resiliencia, educación, protección social y servicios básicos como agua potable y saneamiento.
Según Guterres, la sacudida que la crisis está dando al mundo puede ser una oportunidad para instaurar un multilateralismo incluyente y efectivo, además de dar pie a que se rompa con los enfoques y prejuicios del pasado.
La Asamblea General había proclamado en septiembre del año pasado la Década de Acción para el Desarrollo Sostenible con la intención de acelerar los planes encaminados al cumplimiento de las metas de desarrollo en vista de la falta de avances tangibles en muchos países.
En opinión de Muhammad-Bande, el presidente de la Asamblea General, los Objetivos de Desarrollo Sostenible deben ser el corazón de las estrategias gubernamentales para proteger a las comunidades de futuros cheques por medio de la construcción de estructuras económicas y sociales resilientes. Por eso la comunidad internacional debe reconstruir mejor y aumentar sus ambiciones de crear el futuro que el mundo desea.
Fuentes: OIT y ONU
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